A pesar de que siempre se ha dicho de los derechos humanos que son
papel mojado, siempre ha habido un cierto intento de evitar la
visibilización de su desprecio. Los estados, en concreto los del
llamado “primer mundo” (sería mas acertado llamarlos “estados
imperialistas” a secas) si bien tienen un largo historial de
violaciones de los derechos humanos, tanto en su territorio como
fuera del mismo, siempre han tenido cierto pudor ante la mostración
de realidades tan escabrosas.
De un tiempo un tiempo a esta parte parece que se ha roto con el
“tabú” de no mostrarse pisoteando los derechos y la dignidad
humana. El dramático hecho de cientos de cadáveres procedentes del
“tercer mundo” en la playa de la isla de Lampedusa (que no por
ser italiana no deja de afectar a todo el continente), de hombres,
mujeres y niños que vieron denegado el auxilio, no ha llegado a
conmover en exceso a la opinión pública. Ni siquiera el hecho de
que tres barcos pesqueros no movieran un dedo por salvarlos “porque
una ley se lo impedía”, escusa miserable donde las haya (que en
otro tiempo hubiera puesto en un aprieto muy serio a la tripulación),
ha llegado a provocar la movilización que debiera
.
El hecho es que los ciudadanos de los estados miembros de la UE
compartimos el desprecio hacia la dignidad humana del cual la actitud
de los estados es ya un puro reflejo. Sin darnos cuenta hemos
traspasado la línea que separa la actitud basada en principios
morales, a la actitud brutal y degradante con el otro. Cuando esto
sucede, cuando inhibimos nuestras respuestas morales, entramos ya en
un reino en el que todo es posible (como se decía de la Alemania
Nazi). A partir de este momento comenzamos a ver que cualquiera puede
sentirse justificado a hacer de todo. Y no olvidemos un hecho: los
hombres y mujeres sin escrúpulos son los potenciales lacayos del
futuro estado capitalista totalitario (que ya se adivina en el
horizonte).
Por
eso hemos de defender una concepción del ser humano diferente. Un
ser humano que sea sensible ante las necesidades de los otros. De los
que están cerca y muy importante, de los que están lejos. De un ser
humano que sea consciente de que hay límites que uno no puede
rebasar, a condición de rebajarse al nivel de una bestia. De saber
entender las necesidades de la gente mas allá de su comunidad,
nación, ideología, credo,... Soy consciente que esto puede sonar a
“sermón”. Pero hay que señalar una cosa: la experiencia
histórica nos ha mostrado como cualquier ideología o cualquier
credo religioso, puede, en manos de gente que no tenga una conciencia
ética fuerte, conducir a un auténtico infierno de violaciones de la
dignidad humana. Puede que este lenguaje pueda parecerles a algunos
como pasado de moda. En cierto sentido puede que se tenga razón. El
capitalismo salvaje y turbulento que hemos vivido hace parecer este
tipo de personas Quijotes, personajes algo trasnochados. Pero es que
quizá sea que adoptar este tipo de actitud sea algo intempestivo,
fuera del tiempo. La actitud ética tiene algo de remar corriente
arriba , y mucho de exponerse a las burlas de los demás. Pero quien
por comodidad sigue la corriente hacia bajo corre el peligro de
convertirse en esclavo de los dueños del rio.
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