Una pregunta sencilla que seguramente
nos han formulado muchas veces y otras tantas hemos realizado a otras
personas.
Desde luego, la pregunta no está
lanzada ni elegida al azar. Responde a la necesidad (ampliamente
fomentada desde el poder para usarla en beneficio propio, por
supuesto) de clasificar y etiquetar que tenemos las personas, a la
inevitable catalogación y conceptualización que hacemos de todo lo
que nos rodea y nos sucede.
Las respuestas más habituales a esta
preguntan encierran en sí mismas la esencia del modelo de opresión
que domina la vida de la inmensa mayoría de los seres humanos. Por
supuesto, esta afirmación no está basada en ningún estudio
científico sino más bien está fundamentada en la observación
directa de mi entorno y en innumerables conversaciones con personas
de muy diversas zonas del planeta.
A priori, parece una pregunta muy
abierta donde se pueden dar infinitud de respuestas. Es más, lo más
lógico parecería ser que fuera una contestación amplia debido al
carácter multidimensional del ser humano. Sin embargo, nada más
lejos de la realidad. La respuesta suele ser simple y concisa. Está
respuesta tiene dos opciones:
- La primera opción y tal vez la más habitual va referida a qué nos dedicamos (en general de qué trabajamos) o en su defecto qué estudios tenemos. Es decir, alguien te pregunta ¿tú qué eres? Y la respuesta es algo así como: ¿yo? Camarero o ¿yo? Profesora. Esta respuesta nos surge de una manera natural sin tener siquiera que planteárnosla ni un segundo, y da una clara muestra del nivel de adoctrinamiento al que el poder nos tiene sometidos.
Con el paso de los años se ha conseguido una identificación tal entre la vida del ser humano y la obtención del dinero necesario para vivir (no olvidemos nunca que el dinero ni se come, ni se bebe, ni se respira) que como lógica consecuencia aparece este tipo de respuesta que estamos comentando. Sin duda, este es uno de los mayores logros del capitalismo (si no el mayor). Muchas veces cuando hablamos de sistema opresor tendemos a pensar en la represión de la protesta, en la falta de libertad de expresión,… sin embargo la mayor opresión consiste en reducir la esencia humana a la mínima expresión gracias a esta dependencia que obliga a vivir permanentemente pendientes de obtener ese pasaporte hacia la supervivencia que es el dinero. La anulación absoluta del raciocinio humano nos conduce sin solución de continuidad a adoptar una mentalidad de esclavos que nos lleva a aceptar el papel que el sistema nos tiene reservado y que en la zona del planeta en la que habito no es otro que el de mano de obra barata y prescindible. Por tanto, la lógica capitalista de la que debemos alejarnos tanto como nos sea posible (lucha ésta bastante dura y sobre todo de largo recorrido debido a nuestra inmersión absoluta en ella) nos hace pensar que nuestra identidad es equiparable al trabajo que hacemos para el sistema, como decía mentalidad de esclavo. - La segunda opción de respuesta nos lleva hacia otro territorio más que fértil para la manipulación y el control. La segunda opción se refiere a de dónde somos, bien sea el país, la región o como quiera llamarse.
La identificación
con la Patria ha sido históricamente uno de los grandes recursos que
ha usado el poder para controlar y manejar a su antojo a las
personas. La exaltación de lo propio, de lo cercano frente al otro,
al extranjero ha servido siempre para camuflar los momentos de
debilidad de la autoridad, aquellos en los que su autoridad era
cuestionada y su supuesta superioridad moral perdía credibilidad a
marchas forzadas.
Este sentimiento
de pertenencia es exaltado de tal manera que llega a conducir a
situaciones tan absurdas como devastadores tales como las guerras,
donde por el simple hecho de que alguien diga que tal o cual es el
enemigo (por supuesto fundamentado en la creencia de que no es como
nosotros, no es de los nuestros) millones de vidas humanas quedan
segadas, devastadas por la más absoluta ignorancia de aquellos que
deciden identificarse y responder a la pregunta y tú ¿qué eres?
Con un yo soy español (pongamos por caso) y como tal daré
mi vida si es necesario mientras los que le hacen la pregunta no
dejan de reír frotándose las manos pensando en cuanto ganaran por
cada vida perdida tan miserablemente.
Estas dos respuestas llevan aparejadas
una carga de profundidad labrada tras muchísimos años de dominación
en los que vemos como la complejidad humana ha quedado reducida a dos
simples premisas: la obtención del sustento necesario para vivir y
la predisposición al sacrificio por defender “lo nuestro” frente
al “otro”. Así de simples es como el poder nos quiere, en una
condición de inferioridad tal, en una inmadurez absoluta que no nos
deja desarrollar todo el potencial tanto individual como colectivo
que se nos presupone y que sabemos que tenemos.
Artículo aparecido originalmente en Quebrantando el Silencio
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