El sindicalismo revolucionario
anarquista ha sido históricamente el principal elemento vertebrador de una
Revolución Social que conseguirá liberar la humanidad de sus cadenas, gracias
sobre todo a la apropiación por parte del pueblo trabajador de los medios de
producción y de la producción misma, así como de los órganos de organización y
decisión. De este modo, las masas
proletarias que hacían funcionar las fábricas y que cultivaban los campos se
organizaban sin patrones y colectivizaban estas fábricas y campos.
Han pasado muchas décadas desde la
Revolución del 19 de Julio de 1936. Hoy
en día, la masa trabajadora no se dedica plenamente a la producción de unos
productos básicos y determinados. Las
grandes ciudades y los pequeños pueblos y aldeas del siglo XXI no acogen ya
fábricas repletas de trabajadoras y trabajadores ni campos labrados día y
noche. Estamos en la era tecnológica y
todavía nos encontramos bajo la amenaza de una era nuclear que encara no ha
acabado, en la era de la sobre-información, una era virtual basada no en la
producción, sino en un consumo esclavizador y que definirá todas y cada una de
las vidas humanas del planeta Tierra.
En la actualidad son la tecnología, las
máquinas y los ordenadores, y no los y las trabajadoras, los principales
productores en las fábricas. El
capitalismo se ha apoderado incluso de la fuerza de trabajo hasta tal punto que
la clase trabajadora es cada vez menos necesaria, y la prueba la vemos en la
situación actual y en las perspectivas de futuro, si no lo cambiamos nosotros
Ahora vemos una población parada y sin producir, que necesita consumir y que no
puede, y que va perdiendo los accesos a necesidades humanas básicas como la
sanidad o la educación... una población que pasa de ser clase trabajadora a ser
esclavos de una burguesía formada por políticos parásitos y toda su consorte.
Otro factor son las producciones en
cadena en distintas fábricas, que implican que ninguna de estas fábricas o
unidades empiezan y acaban un producto, sino que fabrican únicamente una parte.
Entonces, la colectivización de una
empresa de estas características acontece una tarea verdaderamente complicada
para la clase trabajadora, pues no podrán elaborar un producto acabado para su
venta directa.
El funcionamiento por subcontratación,
las empresas de trabajo temporal y los contratos-hacemos son también un
elemento de riesgo para la clase trabajadora, y en cambio no se percibe como un
elemento al cual enfrentarse directamente y constante. La inseguridad de los puestos de trabajo,
junto con la conciencia de que estos lugares son de una temporalidad muy breve,
impide que los trabajadores y las trabajadoras lleguen a organizarse, a
conformar lazos de unión, de solidaridad y de fraternidad. Justo al contrario, se promueve la competencia
y el “sálvese quien pueda”, produciendo en el individuo trabajador y productor
unos estados emocionales insanos, con síntomas de estrés, de depresión y de
ansiedad.
También gran parte del trabajo en
fábricas se ha visto sustituido, por un lado, por el trabajo en asientos frente
un ordenador, trabajos alienados donde ni siquiera se sabe qué se hace, donde
nada se produce, donde el trabajador se encuentra totalmente en el margen y
sólo ejecuta órdenes. Por otro lado, ha
sido también sustituido por el funcionariado: médicos, maestros, bomberos,
mensajeros... una nueva clase trabajadora totalmente dependiente del Estado, y
que a la hora de enfrentarse al patrón encuentra excesivas dificultades. El Estado se convierte así en un nuevo patrón,
el patrón más poderoso con el cual se enfrentará la clase trabajadora, un
patrón que controla todos los servicios básicos a los cuales el Pueblo necesita
acceder, como la sanidad o la educación, y legisla el acceso a otros como la
alimentación, el trabajo o la vivienda. En consecuencia, la lucha de la clase
trabajadora contra la patronal debe ser inseparable de la lucha del pueblo
contra el Estado.
Podemos observar entonces como la
situación de la clase trabajadora ha cambiado considerablemente desde las
primeras décadas del pasado siglo, dejando de ser ya la principal productora de
bienes y servicios, pero pasando a ser su principal consumidora. Hay que añadir, a la estructura laboral y
productiva actual, una nueva estructura social con una presunta “clase media”,
que no es más que la clase trabajadora que ha sucumbido a los créditos
financieros y a la vida a plazos; en este sentido, el capitalismo también se ha
apoderado de la voluntad humana y la dirige hacia un consumismo sin fin, se
tengan o no los recursos para consumir.
El capitalismo también ha sustituido las
relaciones humanas por las puras transacciones comerciales, y los productos ya
no se adquieren en las tiendas de barrio o a los mercados de las plazas sino a
las grandes superficies, donde pocas personas trabajadoras gestionan miles y
miles de productos y miles de transacciones diarias. Antes ya lo hemos dicho, ya no somos los
principales productores, lo son las máquinas, y difícilmente podremos producir
nosotros sólo todo lo que consumimos, difícilmente podremos poner un lugar en el
mercado y vender teléfonos, televisiones, neveras u ordenadores que hayamos
construido nosotros, ni tampoco podremos vender u ofrecer servicios sanitarios
o educativos.
Nos encontramos así frente una nueva
clase trabajadora del siglo XXI totalmente diferente a la de los siglos XIX y
XX. El sindicalismo tradicional
difícilmente podrá satisfacer todas las exigencias de esta nueva clase
trabajadora, y el sindicalismo revolucionario anarquista encuentra a su camino
un sólido y elevado muro que le impide acceder a esta clase trabajadora y organizarla
para una Revolución Social.
Con todo, el enemigo principal del
Pueblo no ha cambiado a lo largo de todos estos siglos, y continúa siendo el
Estado, que ahora ha asumido nuevas funciones como nuevo patrón al cual
combatir; y tampoco han cambiado las pretensiones del Anarquismo, así que no se
trata de “redefinirlo”, tal y como algunos defienden, pues el Anarquismo es el
que es, pasen los siglos que pasen: la lucha del oprimido contra toda autoridad
y en pro de una nueva Humanidad.
Pero consecuentemente, si el
sindicalismo ha perdido gran parte de su fuerza y potencial para estructurar
una nueva sociedad, el anarcosindicalismo habrá, entonces, de desequilibrar la
balanza entre anarquismo y sindicalismo en favor del primero. El Anarquismo del siglo XXI es el mismo que el
del siglo XIX, y los Principios, Tácticas y Finalidades también son los mismos
y en absoluto hay que cuestionarlos. Se
trata de la Estrategia, de una estrategia que además de contemplar la lucha
sindical y laboral, aumente la lucha contra el Estado.
En este texto no pretendemos dar
soluciones para todas las cuestiones que acabamos de nombrar, ni podemos ni
debemos. Únicamente pretendemos abrir un
debate que quizás dé respuesta a una cuestión que a más de cuatro nos quita el
sueño cada noche:
¿Cómo posibilitar y articular una
Revolución Social, aquí y ahora?
Anarcosindicalismo en el siglo XXI sí,
pero Anarquismo en el siglo XXI también.
Salud, Libertad y AnarquíaExtraido de CNT LA SAFOR
http://la-safor.cnt.es/2014/04/el-anarcosindicalismo-en-el-siglo-xxi.html
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