La nueva dinámica de reproducción ampliada del
capital puesta en marcha a partir de las últimas décadas del siglo XX y la
primera del XXI ha evidenciado que la depredadora expansión mundial del
capitalismo neoliberal parece no tener límites:
el capital no deja escapar nada ni perdona a nadie,
transforma todo —la tierra, el agua, la biodiversidad— y a todos en mercadería
vendible. Es el fenómeno de la mercantilización de la vida humana y no humana.
Ante el predominio de estas tendencias económicas, políticas y social es
millones de personas en todo el mundo sientan su dignidad ofendida, vulnerados
sus derechos humanos, frustradas sus expectativas y mermados sus horizontes
vitales.
Refiriéndose al clima social que provoca el nuevo orden financiero
mundial, marcado por el empobrecimiento, la muerte y la exclusión de millones
de seres humanos en todo el planeta, el economista canadiense Michel
Chossudovsky (2002) sostiene que lo que realmente se ha producido es una
«globalización de la pobreza», que cuenta con el apoyo y la complicidad de las
principales agencias financieras multilaterales.
Este empobrecimiento humano global afecta
especialmente a los países periféricos y semiperiféricos del sistema mundial, aunque
en los países capitalistas centrales se ha configurado una nueva clase social
de excluidos conocida como «tercer mundo interior» compuesta, entre otros
colectivos, por jóvenes precarios, mileuristas, parados de larga duración,
inmigrantes sin papeles, jubilados con ingresos escasos, viudas en el umbral de
la pobreza y niños sin escolarizar que malviven en condiciones infrahumanas en
guetos urbanos.
Santos interpreta el predominio de los procesos
estructurales de desigualdad y exclusión como la crisis del contrato social de
la modernidad y el fracaso rotundo de las promesas modernas de i
gualdad, libertad y solidaridad fraterna. El
resultado de este acontecimiento es la emergencia
de un nuevo régimen social que él llama fascismo
social:«Vivimos en sociedades que son políticamente democráticas, pero
socialmente fascistas» Con esta categoría de análisis,no se refiere a la
restauración de los regímenes políticos europeos de 1930 y 1940, sino a
todo un conjunto de prácticas sociales excluyentes, violentas y autoritarias
que configuran nuevas formas de sociabilidad y condicionan negativamente la
vida de millones de personas de todo el planeta. Son relaciones de poder entre
grupos sociales que tienen la capacidad de decidir e imponer las circunstancias
bajo las cual es debe (sobre)vivir la mayoría, relaciones que se producen en el
marco de Estados legítimamente democráticos, con elecciones libres,
instituciones democráticas, leyes y múltiples actores políticos. El Consenso
neoliberal de Washington y las políticas de ajuste estructural constituyen, en
este sentido,un ejemplo paradigmático de fascismo social: impuesto sin
discusión por los países centrales capitalistas a un buen puñado de
espectadores pasivos, los países de la periferia y la semiperiferia del sistema
mundial. De manera análoga, la persistencia del hambre en el mundo,
alimentada,nunca mejor dicho, por las políticas económicas neoliberales y la
especulación financiera en los mercados de productos agrícolas, es otro ejemplo
sangrante de fascismo social.
Apartheid social
En su análisis, Santos distingue seis formas básicas
de fascismo social. La primera es el fascismo del apartheid social, que
consiste en una forma espacial segregadora que en virtud de criterios
socioeconómicos distribuye a la población en una cartografía urbana compuesta
por «zonas salvajes» y «zonas civilizadas».
Las primeras constituyen un verdadero estado de
naturaleza hobbesiano en el que impera la ley de la selva: inseguridad,
violencia, injusticia y desprotección. Las segundas, su parte, están incluidas
en el pacto social y tienen la forma de comunidades aisladas, urbanizaciones
privadas y barrios–fortaleza en los que la noción de espacio público pierde
todo su sentido.
El segundo tipo es el fascismo del Estado paralelo
Hace referencia a las diferentes formas de
intervención esta tal según se trate de zonas salvajes o civilizadas. En las
primeras, a través de acciones policiales y/o judiciales, elEstado actúa de manera arbitraria, aplicando de
manera selectiva la legalidad vigente, como sucede en las brutales operaciones de
la policía militar en las favelas de Brasil, mientras que en las segundas su
actuación es reglamentaria y democrática, con arreglo al derecho establecido.
La tercera forma de sociabilidad fascista es el
fascismo paraestatal
Consiste en la apropiación, muchas veces en
connivencia con el Estado, de las competencias estatales de coerción y
regulación social por parte de poderosos actores sociales privados que escapan
de cualquier control democrático. Este tipo de relaciones sociales autoritarias
presenta dos variantes principales: el fascismo contractual y el fascismo
territorial
El fascismo contractual se da cuando la parte más
vulnerable del contrato de derecho civil se ve obligada, ante la falta de
alternativa, a aceptar las condiciones impuestas por la parte más fuerte, por
despóticas e injustas que pueden ser. El fascismo territorial, por su parte,
ocurre siempre que actores sociales paraestatales usurpan al Estado el control
del territorio sobre el que actúa o bien neutralizan este control apropiándose
de prerrogativas estatales para ejercer otra forma de regulación o control
social sobre los habitantes de ese territorio. Este concepto no se limita
únicamente a las actuaciones de determinadas empresas transnacionales,que en
muchas ocasiones quitan al Estado la competencia de regular la vida social,
sino que se extiende también a otras entidades y organizaciones, como las
bandas de narcotraficantes o grupos armados privados que «gobiernan» e imponen
sus reglas de juego en muchas zonas de América Latina.
La cuarta forma es el fascismo populista, que pretende «democratizar» aquello
que en las sociedades capitalistas no es posible democratizar, como la
participación democrática o el consumo básico. Para cumplir con este objetivo
se crean dispositivos de identificación inmediata a través de modelos de
consumo y estilos de vida que se presentan como una forma de participación,
cuando en realidad están fuera del alcance de la mayoría de la población.
El fascismo de la inseguridad es la quinta forma bajo la que se
manifiesta el fascismo social. Se trata de la manipulación discrecional del
sentimiento de inseguridad de las personas y los grupos sociales más
vulnerabilizados, penetrando en su intimidad con el propósito de aumentar su
nivel de ansiedad y sensación de incertidumbre respeto al presente y efuturo.
Se trata de un fenómeno que los teóricos sociales llamande diferente manera.
Santos (2003a: 43) habla de un «desasosiego en el aire» producido por la
transición hacia otro modelo de sociedad del que hasta ahora sólo tenemos
indicios, pero que no sabemos qué forma concreta adoptará; Bauman (2007), en
uno de sus estudios En último lugar se encuentra el fascismo financiero: el
predominio de la economía especulativa en los mercados de valores y divisas. Es
un fascismo discreto, plural e internacional, puesto que los movimientos del
capital financiero son el resultado de decisiones hechas por inversores
situados en diferentes partes del mundo que operan en un espacio y tiempo
instantáneo y global.A la ruptura del contrato social de la modernidad le
sucede el surgimiento de una nueva y actual concepción del contrato social, el
contrato social neoliberal.
Se trata de un contrato radicalmente individualista
en el que el papel desempeñado por el Estado es casi simbólico, limitándose a
garantizar los efectos jurídicos punitivos pertinentes en caso del
incumplimiento de lo pactado por alguna de las partes, pero sin examinar los
contenidos o condiciones del contrato, por injustas e indecentes que sean. A
diferencia del contrato social moderno, ya sea en la versión de Hobbes, Locke y
Rousseau, cuya finalidad consistía en sacar al ser humano del estado de
naturaleza para convertirlo en un ciudadano dotado de más recientes sobre la
vida humana contemporánea, utiliza la expresión «miedo líquido» para referirse
a la incertidumbre crónica a la que se enfrentan las actuales sociedades
globalizadas. El ser humano vive hoy en día azorado por una ansiedad permanente
que atraviesa todas las relaciones sociales.
Tiene miedo de perder el trabajo, miedo de la
violencia urbana, del terrorismo, miedo del vecino, de perder el amor de su
pareja, de la exclusión. Es el tiempo de la ubicuidad y globalización del miedo:
«Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede
ser, miedo de morir, miedo de vivir», tal y como expresa el escritor uruguayo
Eduardo Galeano (1998: 84).
En último lugar se encuentra el fascismo financiero: el predominio de la economía
especulativa en los mercados de valores y divisas. Es un fascismo discreto,
plural e internacional, puesto que los movimientos del capital financiero son
el resultado de decisiones hechas por inversores situados en diferentes partes
del mundo que operan en un espacio y tiempo instantáneo y global.A la ruptura
del contrato social de la modernidad le sucede el surgimiento de una nueva y
actual concepción del contrato social, el contrato social neoliberal. Se trata
de un contrato radicalmente individualista en el que el papel desempeñado por
el Estado es casi simbólico, limitándose a garantizar los efectos jurídicos
punitivos pertinentes en caso del incumplimiento de lo pactado por alguna de
las partes, pero sin examinar los contenidos o condiciones del contrato, por
injustas e indecentes que sean. A diferencia del contrato social moderno, ya
sea en la versión de Hobbes, Locke y Rousseau, cuya finalidad consistía en
sacar al ser humano del estado de naturaleza para convertirlo en un ciudadano dotado
de ciertos derechos y libertades, el contrato social neoliberal se caracteriza
por despojar de su estatus de ciudadanas a muchas personas, arrojándolas a
nuevos, múltiples y violentos estados de naturaleza insertos en la sociedad.
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