jueves, 17 de octubre de 2013

PASANDO LAS LÍNEAS ROJAS

 
  A pesar de que siempre se ha dicho de los derechos humanos que son papel mojado, siempre ha habido un cierto intento de evitar la visibilización de su desprecio. Los estados, en concreto los del llamado “primer mundo” (sería mas acertado llamarlos “estados imperialistas” a secas) si bien tienen un largo historial de violaciones de los derechos humanos, tanto en su territorio como fuera del mismo, siempre han tenido cierto pudor ante la mostración de realidades tan escabrosas.

 De un tiempo un tiempo a esta parte parece que se ha roto con el “tabú” de no mostrarse pisoteando los derechos y la dignidad humana. El dramático hecho de cientos de cadáveres procedentes del “tercer mundo” en la playa de la isla de Lampedusa (que no por ser italiana no deja de afectar a todo el continente), de hombres, mujeres y niños que vieron denegado el auxilio, no ha llegado a conmover en exceso a la opinión pública. Ni siquiera el hecho de que tres barcos pesqueros no movieran un dedo por salvarlos “porque una ley se lo impedía”, escusa miserable donde las haya (que en otro tiempo hubiera puesto en un aprieto muy serio a la tripulación), ha llegado a provocar la movilización que debiera
.

El hecho es que los ciudadanos de los estados miembros de la UE compartimos el desprecio hacia la dignidad humana del cual la actitud de los estados es ya un puro reflejo. Sin darnos cuenta hemos traspasado la línea que separa la actitud basada en principios morales, a la actitud brutal y degradante con el otro. Cuando esto sucede, cuando inhibimos nuestras respuestas morales, entramos ya en un reino en el que todo es posible (como se decía de la Alemania Nazi). A partir de este momento comenzamos a ver que cualquiera puede sentirse justificado a hacer de todo. Y no olvidemos un hecho: los hombres y mujeres sin escrúpulos son los potenciales lacayos del futuro estado capitalista totalitario (que ya se adivina en el horizonte).

Por eso hemos de defender una concepción del ser humano diferente. Un ser humano que sea sensible ante las necesidades de los otros. De los que están cerca y muy importante, de los que están lejos. De un ser humano que sea consciente de que hay límites que uno no puede rebasar, a condición de rebajarse al nivel de una bestia. De saber entender las necesidades de la gente mas allá de su comunidad, nación, ideología, credo,... Soy consciente que esto puede sonar a “sermón”. Pero hay que señalar una cosa: la experiencia histórica nos ha mostrado como cualquier ideología o cualquier credo religioso, puede, en manos de gente que no tenga una conciencia ética fuerte, conducir a un auténtico infierno de violaciones de la dignidad humana. Puede que este lenguaje pueda parecerles a algunos como pasado de moda. En cierto sentido puede que se tenga razón. El capitalismo salvaje y turbulento que hemos vivido hace parecer este tipo de personas Quijotes, personajes algo trasnochados. Pero es que quizá sea que adoptar este tipo de actitud sea algo intempestivo, fuera del tiempo. La actitud ética tiene algo de remar corriente arriba , y mucho de exponerse a las burlas de los demás. Pero quien por comodidad sigue la corriente hacia bajo corre el peligro de convertirse en esclavo de los dueños del rio. 

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