
Ahora estamos en una de las primeras batallas, la de las ideas, que durará largos años. Hasta la batalla final quedan otras muchas batallas y muchos, muchos años, ¿quién es el iluso que piensa que un partido puede hacer esa revolución, la que necesita la mayoría de la humanidad? A estas alturas de la Historia, de sobra sabemos que sólo podrá hacerla el Pueblo, ese que ahora no existe, el que está por nacer en cada persona y en cada comunidad reconstruida,…empresa que, como es fácil de comprender, necesariamente va para largo. La gente que entrega su pensamiento y energía a un cambio rápido, a un sucedáneo de revolución, debería darse cuenta de que ya hay demasiada gente pensando y actuando en lo mismo, en el corto plazo, en una ocupación de la que sabemos de antemano que su resultado previsible es una variante, más o menos novedosa, del sistema de dominación. Y, sin embargo, somos muy poca la gente que estamos pensando a largo plazo, en la dirección de la revolución, hacia la autoconstrucción-emancipación del sujeto revolucionario, del Pueblo sin el que la idea de revolución es una quimera más…y ya van demasiadas. La revolución ya no será un estallido de rabia y algarabía, presidido por el ansia de venganza de los oprimidos del mundo, eso ya falló demasiadas veces. Esta vez estamos obligados a ser más inteligentes, a pensar y actuar con una estrategia a largo plazo, que no pueda volver a fallar.