sábado, 10 de mayo de 2014

El Anarcosindicalismo en el siglo XXI: ¿Anarquismo o Sindicalismo?


El sindicalismo revolucionario anarquista ha sido históricamente el principal elemento vertebrador de una Revolución Social que conseguirá liberar la humanidad de sus cadenas, gracias sobre todo a la apropiación por parte del pueblo trabajador de los medios de producción y de la producción misma, así como de los órganos de organización y decisión.  De este modo, las masas proletarias que hacían funcionar las fábricas y que cultivaban los campos se organizaban sin patrones y colectivizaban estas fábricas y campos.
Han pasado muchas décadas desde la Revolución del 19 de Julio de 1936.  Hoy en día, la masa trabajadora no se dedica plenamente a la producción de unos productos básicos y determinados.  Las grandes ciudades y los pequeños pueblos y aldeas del siglo XXI no acogen ya fábricas repletas de trabajadoras y trabajadores ni campos labrados día y noche.  Estamos en la era tecnológica y todavía nos encontramos bajo la amenaza de una era nuclear que encara no ha acabado, en la era de la sobre-información, una era virtual basada no en la producción, sino en un consumo esclavizador y que definirá todas y cada una de las vidas humanas del planeta Tierra.
En la actualidad son la tecnología, las máquinas y los ordenadores, y no los y las trabajadoras, los principales productores en las fábricas.  El capitalismo se ha apoderado incluso de la fuerza de trabajo hasta tal punto que la clase trabajadora es cada vez menos necesaria, y la prueba la vemos en la situación actual y en las perspectivas de futuro, si no lo cambiamos nosotros Ahora vemos una población parada y sin producir, que necesita consumir y que no puede, y que va perdiendo los accesos a necesidades humanas básicas como la sanidad o la educación... una población que pasa de ser clase trabajadora a ser esclavos de una burguesía formada por políticos parásitos y toda su consorte.
Otro factor son las producciones en cadena en distintas fábricas, que implican que ninguna de estas fábricas o unidades empiezan y acaban un producto, sino que fabrican únicamente una parte.  Entonces, la colectivización de una empresa de estas características acontece una tarea verdaderamente complicada para la clase trabajadora, pues no podrán elaborar un producto acabado para su venta directa.
El funcionamiento por subcontratación, las empresas de trabajo temporal y los contratos-hacemos son también un elemento de riesgo para la clase trabajadora, y en cambio no se percibe como un elemento al cual enfrentarse directamente y constante.  La inseguridad de los puestos de trabajo, junto con la conciencia de que estos lugares son de una temporalidad muy breve, impide que los trabajadores y las trabajadoras lleguen a organizarse, a conformar lazos de unión, de solidaridad y de fraternidad.  Justo al contrario, se promueve la competencia y el “sálvese quien pueda”, produciendo en el individuo trabajador y productor unos estados emocionales insanos, con síntomas de estrés, de depresión y de ansiedad.
También gran parte del trabajo en fábricas se ha visto sustituido, por un lado, por el trabajo en asientos frente un ordenador, trabajos alienados donde ni siquiera se sabe qué se hace, donde nada se produce, donde el trabajador se encuentra totalmente en el margen y sólo ejecuta órdenes.  Por otro lado, ha sido también sustituido por el funcionariado: médicos, maestros, bomberos, mensajeros... una nueva clase trabajadora totalmente dependiente del Estado, y que a la hora de enfrentarse al patrón encuentra excesivas dificultades.  El Estado se convierte así en un nuevo patrón, el patrón más poderoso con el cual se enfrentará la clase trabajadora, un patrón que controla todos los servicios básicos a los cuales el Pueblo necesita acceder, como la sanidad o la educación, y legisla el acceso a otros como la alimentación, el trabajo o la vivienda.  En consecuencia, la lucha de la clase trabajadora contra la patronal debe ser inseparable de la lucha del pueblo contra el Estado.
Podemos observar entonces como la situación de la clase trabajadora ha cambiado considerablemente desde las primeras décadas del pasado siglo, dejando de ser ya la principal productora de bienes y servicios, pero pasando a ser su principal consumidora.  Hay que añadir, a la estructura laboral y productiva actual, una nueva estructura social con una presunta “clase media”, que no es más que la clase trabajadora que ha sucumbido a los créditos financieros y a la vida a plazos; en este sentido, el capitalismo también se ha apoderado de la voluntad humana y la dirige hacia un consumismo sin fin, se tengan o no los recursos para consumir.
El capitalismo también ha sustituido las relaciones humanas por las puras transacciones comerciales, y los productos ya no se adquieren en las tiendas de barrio o a los mercados de las plazas sino a las grandes superficies, donde pocas personas trabajadoras gestionan miles y miles de productos y miles de transacciones diarias.  Antes ya lo hemos dicho, ya no somos los principales productores, lo son las máquinas, y difícilmente podremos producir nosotros sólo todo lo que consumimos, difícilmente podremos poner un lugar en el mercado y vender teléfonos, televisiones, neveras u ordenadores que hayamos construido nosotros, ni tampoco podremos vender u ofrecer servicios sanitarios o educativos.
Nos encontramos así frente una nueva clase trabajadora del siglo XXI totalmente diferente a la de los siglos XIX y XX.  El sindicalismo tradicional difícilmente podrá satisfacer todas las exigencias de esta nueva clase trabajadora, y el sindicalismo revolucionario anarquista encuentra a su camino un sólido y elevado muro que le impide acceder a esta clase trabajadora y organizarla para una Revolución Social.
Con todo, el enemigo principal del Pueblo no ha cambiado a lo largo de todos estos siglos, y continúa siendo el Estado, que ahora ha asumido nuevas funciones como nuevo patrón al cual combatir; y tampoco han cambiado las pretensiones del Anarquismo, así que no se trata de “redefinirlo”, tal y como algunos defienden, pues el Anarquismo es el que es, pasen los siglos que pasen: la lucha del oprimido contra toda autoridad y en pro de una nueva Humanidad.
Pero consecuentemente, si el sindicalismo ha perdido gran parte de su fuerza y potencial para estructurar una nueva sociedad, el anarcosindicalismo habrá, entonces, de desequilibrar la balanza entre anarquismo y sindicalismo en favor del primero.  El Anarquismo del siglo XXI es el mismo que el del siglo XIX, y los Principios, Tácticas y Finalidades también son los mismos y en absoluto hay que cuestionarlos.  Se trata de la Estrategia, de una estrategia que además de contemplar la lucha sindical y laboral, aumente la lucha contra el Estado.
En este texto no pretendemos dar soluciones para todas las cuestiones que acabamos de nombrar, ni podemos ni debemos.  Únicamente pretendemos abrir un debate que quizás dé respuesta a una cuestión que a más de cuatro nos quita el sueño cada noche:
¿Cómo posibilitar y articular una Revolución Social, aquí y ahora?
Anarcosindicalismo en el siglo XXI sí, pero Anarquismo en el siglo XXI también.
Salud, Libertad y Anarquía


Extraido  de CNT LA SAFOR 
http://la-safor.cnt.es/2014/04/el-anarcosindicalismo-en-el-siglo-xxi.html

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