sábado, 16 de noviembre de 2013

Suecia:Un experimento de transformación social





Olof Palme. Primer Ministro socialdemócrata sueco
  La mención de Suecia como un país de transformación social sin duda sugerira a la lectora o lector el recuerdo de lo que fue Suecia en otro tiempo, el del país con el sistema de protección social mas avanzado del mundo y que logró unas mayores cotas de igualdad entre los ciudadanos y ciudadanas. No es a esa visión de la Suecia clásica (hoy en pleno desmantelamiento) a lo que me voy a referir, sino a otro momento (sin duda relacionado con el anterior) en el que se emprendió un experimento de trasformación social hoy poco conocido, el plan de Meidner.


  Situémonos en el tiempo. Suecia en plenos años setenta. Los setenta son años de crisis económica en todo el mundo y Suecia, como potencia exportadora y economía muy internacionalizada, siente también la crisis, que amenaza a su sistema de protección social. Mientras en otras partes desempolvan recetas económicas del pleistoceno (como en Gran Bretaña con Thatcher) aquí se va a articular una solución que, por el contrario, situan a la clase trabajadora en posición de avance.

  La idea era clara, había que fortalecer la industria sueca y ante el peligro de que al hacerlo se rompiera el sistema de bienestar social y la igualdad social, la idea de R. Meidner y otros economistas del SAP (partido socialdemócrata sueco) tuvieron, consistió en socializar una parte de los beneficios en forma de acciones. Estas acciones iban a parar a un fondo gestionado por los sindicatos (que en Suecia eran particularmente fuertes). Lo mas interesante del plan era que si se veía el efecto de lo que podía ser el plan aplicado a lo largo de los años, debido al efecto acumulativo de los mismos, al cabo de dos o tres décadas los trabajadores se habrían hecho con el control de las empresas, rompiéndose con el capitalismo.

  En 1981 el político socialdemócrata Olof Palme volvió al poder tras ganar las elecciones y bajo su mandato el plan comenzó a ser aplicado. Pero la aplicación del mismo se interrumpio sorpresivamente. En 1986 Palme fue asesinado en lo que sin duda fue el asesinato político mas misterioso de la historia (no hay arma homicida, ni culpable, ni móvil). Los gobiernos que le siguieron fueron aparcando el plan hasta que en 1990 fue retirado.

 Sería tentador caer en una teoría conspiratoria sobre la retirada del plan y culpar al asesinato de Palme del fracaso del plan (desde luego la patronal sueca no estaba contenta con el mismo). La retirada del plan se hizo con facilidad porque en realidad nunca había tenido suficientes apoyos. Suecia era en los ochenta lo que se suele denominar una sociedad “postindustrial”. Había sectores muy grandes de la población que ya no trabajaban en el sector industrial (amas de casa, funcionarios, profesores, autónomos,...). Si bien el nivel de sindicación de Suecia era entonces altísimo (cercano al 100%), a muchas personas les era indiferente que los sindicatos gestionaran las empresas y no entendían qué ventaja les iba a reportar el plan. En Suecia se estaba dando el mismo distanciamiento de la propia clase trabajadora respecto a sus partidos y sindicatos que en otros lugares de Europa.

  ¿Qué era lo que había fallado? Dicho lo anterior está claro, la mayor parte de la población pensaba que no iba a participar en la gestión de los fondos ni en las empresas y que por tanto no merecía la pena respaldar el plan.

  La entrada progresiva de las personas en la gestión de las empresas (hasta llegar a la gestión de la totalidad de las mismas) obligará a las mismas a cambiar su orientación de valores de cambio (mercancías que pueden ser vendidas independientemente de su utilidad) hacia valores de uso (necesidades reales de la gente). De otra parte el carácter gradual que va desde el establecimiento de los fondos hasta la gestión total de la empresa facilitaría el aprendizaje progresivo de la gestión de la empresa por parte de los colectivos de ciudadanos (evitando la aparición de élites de expertos). Por otro lado se fomentaría una auténtica gestión popular de las empresas evitando la tentación de burocratización de las mismas.

  De todas maneras ello también implicaría que el gobierno estuviera en manos de partidarios de llevar a cabo el proceso de socialización (sin la cobertura del estado este plan no es viable). En ese sentido al mismo estado se le puede hacer lo mismo que hacía el plan, iniciar un plan de democratización del mismo.



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